El dulce aceite de la carne recién guisada
se te escurre por las manos recién lavadas.
Lo crujiente que es se lleva todas tus preocupaciones.
Tu boca no puede resistir.
Pruebas un bocado.
Y luego otro, y otro…
hasta que lo picante te llega al paladar.
Te bebes un vaso de agua en tan solo tres segundos.
Lo llenas y te lo tomas otra vez.
Y cuando menos lo esperas, el plato está vacío.
Te llenaste de la mejor comida del mundo.
Y ahora ¿qué más probarás?