Voy de un lado a otro en un mercado mexicano.
El olor a orégano, el picor de la salsa.
Trato de decir 'chilaquiles', pero me sale todo mal.
Cajas de nísperos, tomatillos y aguacates esperan quien las compre.
Trato de no parecer turista, pero no lo logro en realidad.
Doy pasos muy cortos, admirando la belleza.
Calaveras de azúcar apiladas en altos picos.
Tocados con sombreros, los cráneos revolotean de puesto en puesto.
No puedo escuchar mi propia voz en medio de tanto ruido.
Sacos de granos y especias descansan en casi cada puesto.
Bolsas de Cheetos tamaño familiar cuelgan en lo alto.
Mis brazos no las alcanzan.
Los bailarines llevan vestidos con chorreras como abanicos enormes.
Quiero permanecer aquí mucho más tiempo.